llado a algunas notas del
Himno con otras de La Marsellesa, que
aparecen asimismo en forma de arpegio
y que constituye la parte más difícil
de mi análisis y de mi decisión.
Yo he tenido la certidumbre de que para
darle más énfasis al final,
con objeto de emplear su canto bélico
en actividades revolucionarias, Figueredo
quiso repetir los dos últimos versos
e intercaló las tres notas que
se encuentran en una ligadura de puntos,
al final del séptimo compás
y la primera nota del octavo, o sea, el
final de la música del verso, ¡A
las armas, valientes, corred!. (Véanse
las ilustraciones Nos. 1
y 3). Y he
pensado que para terminar su música
escogió entonces las tres mismas
primeras notas intercaladas, en arpegio
descendente, resolviendo en la primera,
a una 5ta. superior, es decir: el acorde
tónico formado con las cuatro notas
DO, LA, FA, DO, que es un giro también
de La Marsellesa. (Véanse
las notas que se encuentran en los tres
primeros tiempos del penúltimo
compás en una ligadura de puntos
en la citada ilustración
No. 3). Y he tenido la certidumbre
de que lo quiso hacer para que esas notas
sirvieran como aviso en determinadas combinaciones
revolucionarias, puesto que con la repetición
de los dos últimos versos se hace
anormal la proporción que la segunda
parte tiene que guardar con la primera,
ya que, por regla general, ambas deben
tener la misma dimensión.
Tanto lo he creído así que
no he tratado antes de esto, al hacer
al análisis de la estructura estética
de la melodía, porque pienso
que Perucho concibió la melodía
sin la repetición de la misma música
con los dos mismos versos y, naturalmente,
sin las notas de La Marsellesa
y que después, dado el momento
revolucionario en que se vivía
quiso insistir en su mandato final y estimó
oportuna dicha repetición,
y es una pena que no se haya comprendido
el significado de esas notas, que se intercalarían
como una contraseña y que han motivado
las más acerbas críticas
al Himno.
Por esto, quizás, el
señor desarreglador de Nassau,
por no comprender el sentido que con esas
notas quiso Figueredo imprimirle a su
obra, suprimió los seis compases
finales y eso que se estaba entonces en
pleno período revolucionario. Debió
estar muy aturdido o ser muy incompetente
cuando no pudo apreciar cuál era
el verdadero final de la melodía,
o sea, el que yo he puesto en mi versión.
(Véase la ilustración
No. 15).
Por todo lo expuesto, fácil es comprender
que este pasaje es muy complejo y que
hay que considerarlo en un triple aspecto:
histórico, musical e internacional,
y a fuerza de analizar y de meditar diariamente
y durante mucho tiempo en ese triple aspecto
llegué, al fin, a la misma conclusión
que me decidió a hacer la pequeña
corrección que he hecho para la
mejor acentuación de dos.
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