pudo muy bien escoger las
mismas primeras notas del Himno del 50
para comenzar el canto de guerra del 68,
aunque lo hiciera sólo en homenaje
al esfuerzo de aquellos precursores.
En cuanto al parecido que se le encuentra
al Himno con la marcha de la ópera
Norma no es, como dice en
su análisis Rodríguez
Ferrer, (1) porque
ambas tengan giros melódicos iguales,
sino poque tienen la misma figuración
rítmica, a base de una corchea
con puntillo seguida de una seimcorchea,
como lo es la anacrusa a que me he referido
y esa figuración
rítmica es el giro rítmico
natural de la marcha, unas veces
en su melodía y otras rememorándolo,
con frecuencia, en sus acordes, y la
marcha es una forma universal y no militar
ni nacional ni folklórica de ningún
país.
Sólo hay
un pequeño diseño en igual
giro melódico y rítmico
en ambas marchas, y es el final
de la música del segundo verso
en el segundo compás,
al cual, en mi versión del Himno
y por los motivos que dije antes, he
mantenido la supresión de la última
nota, según se había hecho
ya en la melodía adulterada, supresión
que es, y lo repito, la única adulteración,
entre las realizadas a la melodía
original, que la ha mejorado.
Y, no obstante, voy
a explicarles ahora por qué este
diseño no se pude estimar como
plagio:
La marcha de la ópera Norma
tiene también un diseño
más largo, el que corresponde en
el Himno de Bayamo a las palabras del
clarín, escuchad el sonido, véase
en la ilustración
No 1, que se ha dicho es igual, también,
a un diseño de Mozart que aparece
en dos pasajes distintos y a otro de Beethoven
y la causa de esta
semejanza estriba, sencillamente,
en que estos diseños
están formados por notas del acorde
tónico en arpegio, elemento básico
en la composición, y al emplearlas
en una misma tonalidad, en sentido ascendente
o descendente, tienen que resultar iguales,
sobre todo en la música de aquella
época, cuando por lo general se
escribía, casi únicamente,
con acordes de tres sonidos.
Un plagio musical lo constituye la repetición
de una combinación de sonidos ideada
por un compositor determinado y no, la
repetición de un recurso que es
elemento básico en la composición
musical, el empleo del cual ya está
indicado en los libros de Armonía,
para reforzar la tonalidad o pasar de
una modulación al tono primitivo,
etc. Y este es el caso en ambos diseños
aludidos: el del segundo compás
define la tonalidad y el que aparece,
después de la modulación
al tono menor, la define de nuevo para
preparar el final. Se trata, pues, de
una mera coincidencia en la selección
de las notas.
Y debo hablarles todavía de otro
parecido: del que se le ha ha-
|