Rodríguez
Ferrer declaró que la marcha de
Figueredo era lenta y tenía carácter
de procesión, lo mismo que
la versión del Himno escrita por
Agramonte, por tener ambas el acompañamiento
que corresponde a su medida cuaternaria,
motivo por el cual tuvo que hacer
con la melodía del Himno, un pasodoble,
(1) y de acuerdo
con ese comentario tal
parece que los cubanos atacaron Bayamo
lentamente, en ritmo de procesión
y no con el ímpetu
y el entusiasmo que exigían sus
anhelos de libertad, según
han declarado los historiadores.
Con todo el respeto que me merece Rodríguez
Ferrer debo decir que difiero de su opinión
y supongo que al leer algo de la historia
del Himno pensó en el aire a que
se interpretaría como marcha religiosa
en la iglesia de Bayamo y lo confundió
con el ritmo intrínseco de la composición
y las características de una marcha
cantada y guerrera, que no puede ni debe
llevarse a dos tiempos, como un pasodoble,
porque destruye el ritmo natural de los
versos.
Hay que reconocer que el Destino hace a
veces jugadas muy tristes, y así
como Figueredo fué un hombre inmensamente
rico y feliz antes de entrar en la conspiración
que dió por resultado la guerra
del 68, su vida de revolucionario fué
muy infortunada.
A pesar del gran éxito de su música,
del amor con que fué acogida, de
su popularidad y de lo bien que llenó
su objetivo, la falsificación del
Himno de Bayamo comenzó a fines
del mismo mes de Octubre en que se tomó
la Ciudad Monumento.
COMENTARIOS HISTORICOS
DE LA PRIMERA ADULTERACION DEL HIMNO
Alguien que embarcó hacia Nassau,
donde se hallaban algunos conspiradores
cubanos, cantó de memoria el Himno
de Bayamo o le dió una copia a
un señor, que dijo ser músico,
quien lo adulteró a su capricho
y lo publicó en una hoja de papel
periódico con el nombre del que
se había empezado a publicar en
Bayamo, o sea, El Cubano Libre,
en la cual se daba cuenta de lo que aquella
música estaba representando y también,
y exageradamente, de las enormes bajas
que habían hecho los cubanos en
la provincia oriental.
Y ahora comienza lo triste del caso: tres
meses después, Bayamo fue reconquistada
por las fuerzas del Conde de Balmaseda,
y todos sabemos el sacrificio de los bayameses:
prefirieron prender fuego a sus hogares
a entregarse. Figueredo se internó
en el monte con toda su familia, sus compañeros
de armas hicieron lo mismo, a excepción
de los que marcharon al extranjero y,
como es natural, nadie se podía
aventurar a llevar consigo una copia de
la le-
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