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¡Cómo se estremecería Pedro Figueredo y Cisneros de indignación y bochorno ante la calumnia, la injusticia, la ingratitud y el escarnio que se ha hecho a su memoria por los detractores de su obra inmortal, al llamársele incapacitado como músico, plagiario y pobre de inspiración y al estar empeñados en que su música gloriosa se perpetúe unida a toques militares del mismo ejército que lo fusiló en 1870!

¡Quiera Dios que los cubanos de hoy, o de mañana, sientan, al fin, vibrar el patriotismo de Perucho y se alcen impetuosos y decididos a honrar como merece el autor del Himno de Bayamo, a quien no se le honra con discursos en loor a la extranjerización del Himno Nacional, sino restituyéndole al símbolo sonoro de la Patria su más puro sentido de nacionalidad y la emoción épica que con tanto amor puso en sus notas del General Pedro Figueredo y Cisneros, el músico-mártir del 68!

Por mi parte, todo lo que he podido hacer para honrarlo y lo mejor que he podido hacerlo está a la disposición de ustedes en la edición que del Himno Nacional he publicado, y si alguien desea preguntarme algo sobre lo tratado, con mucho gusto contestaré antes de que como final —y para que puedan apreciar la melodía original de Figueredo—, escuchen ustedes mi fiel versión del Himno de Bayamo, interpretada primero en el piano, y después, cantada a continuación por el tenor Armando Pico, acompañado al piano por Rafael Vega.

 

(El público, de pie, escuchó el verdadero Himno de Bayamo, el Himno Nacional).

 
 
Nota: Siendo el objetivo de este folleto que el pueblo de Cuba conozca la verdad del proceso histórico del Himno de Bayamo, los directores de periódicos y revistas quedan autorizados para reproducir cualquier parte del mismo, siempre que las ideas que se trancriban sean completas para que no se presten a dudas, y se mencionen el título de este trabajo y el nombre de la autora.
 
 

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