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Las anteriores adulteraciones no representan nada en comparación con lo que se hizo en la segunda parte que es de muy distinto carácter:

La primera sección de la segunda parte es un lamento, expresado en forma libre, o sea, un verso breve seguido de otro más largo que completa su sentido: en muy pocas palabras expresa Figueredo que vivir esclavizado, en cadenas, es vivir en oprobio y afrenta sumido y escribió su música, patéticamente, en tono menor. Véanse los 4 primeros compases de la pauta superior en la ilustración Nº 3.

Observen ustedes, en la pauta inferior de la misma ilustración Nº 3, lo que se hizo con esta emocionante frase: suprimieron la primera nota LA del primer compás, que al repetirse tiene, musicalmente, el valor de los dos puntos; suprimieron también la repetición del SI bemol en el tercer compás, que denota insistencia en el dolor, que siguen expresando las notas del acorde tónico del tono relativo menor, y en su lugar escribieron otras notas en el mismo tono del principio, en FA Mayor, para dejar la frase exactamente igual que la del segundo verso de la primera parte. Puede comprobarse comparando el dibujo de ambas pautas, pues las notas sustituídas están indicadas con una X.

Ahora bien, como la frase siguiente fué colocada en la primera parte, antes de donde aparece en el manuscrito de Figueredo, como una variante, resulta que la impresión de virilidad inesperada que en ella quiso imprimir el patriota, para terminar luego con el mandato final: “¡A las armas, valientes, corred!”, esa impresión queda completamente destruída en la melodía adulterada, y, para colmo de desacierto, el señor de Nassau suprimió los 6 compases finales y terminó la composición con la música del cuarto verso de la primera estrofa. Comparen ustedes el dibujo de ambas pautas en la ilustración Nº 3.

De manera que en la obra se repiten tres fragmentos musicales, en la primera y en la segunda parte, o sea la música del segundo, del tercero y del cuarto verso del primer cuarteto es exactamente igual a la de los versos segundo, tercero y cuarto del segundo cuarteto.

Con este empobrecimiento melódico se ha estado cantando el Himno y todavía se dice que con las adulteraciones que se le han hecho se ha mejorado. Para darse exacta cuenta de lo que esto significa en música no hay nada más que imaginarse una poesía formada por dos cuartetos que, en vez de tener ocho versos diferentes, conste solo de cinco y tenga los tres últimos del primer cuarteto repetidos en el segundo. Todo lo dicho prueba que la melodía no se ha mejorado nada con las adulteraciones que se le hicieron, sino que se ha empobrecido.

 
 

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